domingo, 27 de marzo de 2016

Violencia histórica contra María de Magdala



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Consejo Latinoamericano de Iglesias - Conselho Latino-americano de Igrejas
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Violencia histórica contra María de Magdala
Carmiña Navia Velasco
Resumen
En el artículo se mira la figura de María la Magdalena, a partir del proceso de desidentificación a que fue sometida por la tradición eclesial occidental (distinta a la oriental), simbólica, iconográfica y teológica. Se recogen elementos y datos de la investigación sobre esta figura en el Nuevo Testamento y en la tradición apócrifa, en un esfuerzo de devolver a esta figura, seguidora de Jesús de Nazaret, algunos elementos de su verdadera identidad.
Abstract
In this article we look at the figure of Mary Magdalene, starting from the process of disfiguration to which she was subjected by the western, symbolic, iconographic and theological church tradition (as distinct from the eastern tradition).  Elements and research data are gathered concerning this person in the New Testament and in the apocryphal tradition, in an attempt to give back to this figure, a follower of Jesus of Nazareth, some aspects of her true identity.

La violencia simbólica, definida por Pierre Bourdieu como la instauración de una mentira en el lugar de la verdad, es una de las mayores violencias que se pueden ejercer contra grupos o individualidades, porque implica un trabajo permanente inscrito en el cuerpo de los sectores sociales contra los que se ejerce. La figura de María o Miriam de Magdala, ha sido sometida en la tradición cristiana a una de esas violencias simbólicas que ha irrespetado profundamente la verdad de su ser, de tal manera que podemos afirmar que en algunos sectores eclesiales a la mujer de cuya existencia conocemos por la tradición evangélica y que ha sido llamada María Magdalena, se le ha robado su identidad.
A través de este robo de identidad, a través de esta violencia ejercida sobre esta mujer, llamada comúnmente la Magdalena, se ha ejercido igualmente la dominación sobre las mujeres que, a lo largo de generaciones, han visto en ella, la imagen del pecado sexual que no se debe cometer... "La violencia simbólica se instituye a través de la adhesión que el dominado se siente obligado a conceder al dominador (por consiguiente a la dominación) cuando no dispone... para imaginar la relación que tiene con él, de otro instrumento de conocimiento que aquel que comparte con el dominador y que, al no ser más que la forma asimilada de la relación de dominación, hacen que esa relación parezca natural..." .
Hace ya algunos años sin embargo la investigación sociológica y bíblica, y la tradición femenina han mostrado su empeño en recuperar esta identidad robada y han arrojado luces sobre el verdadero carácter de esta apóstol/discípula de Jesús de Nazaret, pilar fundamental de la primitiva iglesia cristiana. Podemos decir que hoy está más clara su verdadera existencia y su auténtico ser.
Permanece intacta sin embargo la tarea de divulgar y popularizar esta identidad, porque el mayor efecto nocivo de la violencia simbólica es su eficacia a la hora de difundir en los conscientes y en los inconscientes, en las tradiciones y los saberes, la mentira o deformación de lo real, que se impone como verdad. Esta lucha es un reto al cual hay que enfrentarse con valentía y decisión.
Precisamente en esta línea quiero esbozar algunos planteamientos en el presente artículo. No se trata de una investigación original, sino de una articulación y divulgación de algunas, valientes y detalladas, investigaciones ya desarrolladas sobre el tema. Apoyándome en ellas, sintetizo y ordeno la historia de esta violencia simbólica contra esta mujer,que aún se mantiene en la mayor parte de los sectores eclesiales.

1.         La confusión / La falsa identidad
Es claro que los textos evangélicos nos dan muy pocos datos sobre la vida de Miriam de Magdala, por ello su biografía se ha llenado con un trabajo de la imaginación que tiene como punto de partida un malentendido instaurado como verdad, a lo largo de los primeros siglos del cristianismo. Malentendido que sin embargo, tiene unas raíces histórico/eclesiales muy precisas.
En los primeros años del cristianismo, estuvo claro que Miriam de Magdala era una mujer importante y significativa entre el grupo comunitario (hombres y mujeres...) que seguían a Jesús de Nazaret. Se le reconocía su liderazgo, como lo muestran los relatos evangélicos de la pasión/resurrección. Su memoria es fijada como la de aquella mujer que encabeza el grupo de compañeras del Maestro que se ocupan de su cuerpo muerto y por supuesto como la primera testigo de la resurrección. El relato de Juan no deja duda alguna sobre ello.
Muy tempranamente se inicia en la Iglesia una discusión que pretende profundizar en la identidad de María Magdalena. Es importante señalar que existiendo en los relatos evangélicos varias figuras de las cuales no tenemos apenas datos, la discusión y necesidad de claridad se centra en la de esta mujer... Por qué? Esta inquietud nos habla fundamentalmente de dos cosas: En primer lugar de la importancia indiscutible que ella tuvo, durante los primeros siglos, en el movimiento de Jesús. En segundo lugar de una discusión más amplia sobre el papel y el liderazgo de las mujeres en la Iglesia.
Los datos que aparentemente generaron la confusión fueron: el hecho de llamársela con el apelativo de Magdalena (de Magdala...) y el hecho de que alguno de los relatos evangélicos afirme que de ella Jesús expulsó siete demonios. Se inicia entonces la discusión que pretende identificar o diferenciar a María de Magdala, con María de Betania (hermana de Marta y Lázaro) y a ambas con la pecadora que unge los pies de Jesús en la casa de Simón el fariseo, según el texto de Lucas.
La controversia dura varios siglos y produce duros enfrentamientos. Jerónimo o Agustín de Hipona, por ejemplo, diferencian entre ellas, o tienden a identificar a la pecadora/convertida con María de Betania, distinta a María de Magdala. El debate se cierra aparentemente en la Iglesia de Occidente a partir de siglo VI, cuando Gregorio Magno en su Sermón del 14 de Septiembre del año 591 identifica a estas dos Marías, con la pecadora que unge lo pies de Jesús.
A partir de aquí, la verdadera dimensión y el verdadero papel de esta mujer en la Iglesia naciente se fue desdibujando cada vez más. Los sermones de un lado y la expresión artística de otro, popularizaron la imagen de una prostituta arrepentida que lloró mucho y que siguió a Jesús. Magdalena,oriunda de Magdala, pasó a ser sinónimo universal de mujer que llora arrepentida ë llora como una magdalena.
Resulta impactante revisar el arte y la literatura de occidente: la figura de María de Magdala ha obsesionado a pintores y poetas, especialmente. Claro está, siempre alimentada esta obsesión por la palabra insistente de los predicadores. La figura de Magdalena ha sido pintada cientos de veces en la tradición europea... cualquiera de los museos de Alemania, Suiza, España, Francia, Italia... da testimonio de ello. Esa mujer de cabellos largos, senos semidescubiertos, que llora por sus pecados, a los pies de Jesús... quedó grabada en el inconsciente de esta tradición, como la auténtica representación de esta discípula.
Igualmente pasa en la tradición escrita. El teatro, la poesía, la homilética... dan cuenta de una imagen que se repite: la pecadora arrepentida, la amante avergonzada, la mujer que se desgarra en su pecado y es rescatada por Jesús. Es imposible registrar todo lo que sobre esta supuesta María de Magdala se ha dicho, quizás vale la pena destacar el sermón anónimo francés del siglo XVII, recuperado, difundido y traducido por Rilke en 1911: El amor de Magdalena.Se trata de un texto bellísimo, en el que se enfatiza más que en otros, el amor apasionado de esta mujer por su maestro (amante para muchos/as). Miremos en detalle como la construcción del personaje se realiza completamente al margen de la cita evangélica y más al servicio de la tesis que se quiere mantener: "El amor une, el pecado distancia, pero el amor penitente participa de ambos. Magdalena corre a Jesús, eso es amor; Magdalena no osa acercarse a Jesús, eso es pecado. Entra intrépida, eso es amor; se acerca temerosa y confusa eso es pecado. Perfuma los pies de Jesús, eso es amor; los riega con sus lágrimas eso es pecado. Es ávida e insaciable, eso es amor; no osa pedir nada eso es pecado..."
Ocurre algo parecido en esa otra obra de la tradición castellana, extensa en tres volúmenes, de Malón de Chaide, en la que la insistencia mayor está centrada en la penitencia y en la que el planteamiento se dirige más a mostrar el camino místico de María Magdalena, camino de conversión casi totalmente supuesto por el autor y enraizado sí en la tradición, pero no en el testimonio de los relatos evangélicos.
Igualmente algunas mujeres que obviamente insisten en otros aspectos de esta discípula, permanecen presas de la confusión entre la pecadora que lo unge, María de Betania y de Magdala. Es el caso de Isabel de Villena, en su relectura de una de las cenas de Betania: "En cualquier lugar del mundo donde se predique este evangelio, se dirá lo que ésta ha hecho en memoria suya... Quién pensáis, discípulos que es ésta de quien habéis murmurado: Una caña agitada por el viento?... os digo que es tan firme y constante que nunca olvidará: Pues en aquella noche tan tenebrosa de mi pasión la luz de su amor fiel no se apagará; y todos vosotros huyendo por temor a la muerte, ella constante y firme... Y por su larga y virtuosa perseverancia de amor, merecerá que yo, después de mi resurrección, me comunique a ella, antes que a vosotros, y por ella tendréis noticia de mí; por consiguiente amadla y reverenciadla y no murmuréis de ella, pues soy su abogado y defensor...
María de Magdala se convierte entonces universalmente, en una prostituta arrepentida que enamorándose de Jesús, le sigue, renunciando a su vida anterior de pecado o entrega a los hombres en la prostitución. Todo el aspecto inocultable de su personalidad: líder del cristianismo primitivo y apoyo incondicional del Maestro de Nazaret, pasan a un segundo plano o se ocultan para la masa de los creyentes.
Y esta ocultación se sostiene en la Iglesia de occidente, durante 14 largos siglos. La Iglesia de Oriente, siempre mantuvo una identidad diferente para ambas mujeres: la pecadora que unge los pies del Maestro y la discípula a quien Jesús resucitado se muestra. El Concilio Vaticano II da unos primeros pasos en la perspectiva de desligar estas dos imágenes. La fiesta patronal de María Magdalena se independiza y se cambian las lecturas fijadas para ella... sigue ocurriendo no obstante, algo curioso: La gran mayoría de los predicadores, aunque acaban de leer un texto evangélico en el que se muestra a Miriam de Magdala como primera testigo de la resurrección, predican a continuación la historia de la prostituta arrepentida. Se nota que esta es una imagen que atrae más a los hombres que la de una líder eclesial influyente.

2.         Los datos del relato evangélico
Es cierto, que en este caso, como en casi todos, los textos canónicos no nos arrojan luces como para construir una biografía indiscutible de esta mujer de la cual nos ocupamos. Hay sin embargo algunas características que la definen y que no deben ser malinterpretadas.
De ella se dice: que era una mujer importante e independiente de Magdala. Cómo se sabe esto? Porque su apelativo o distintivo, no se fija a partir de un hombre (padre, marido, hijo o hermano...), sino de su ciudad de origen. Se le enumera entre el grupo de mujeres que caminaban con Jesús y lo apoyaban... es decir tenía posibilidad de itinerancia e independencia económica, posibilidad no muy corriente entre las mujeres de su época y totalmente negada - por supuesto - para una prostituta de Palestina. Jesús expulsó de ella siete demonios. Lideró el grupo de mujeres que ungieron a Jesús y velaron su muerte. Igualmente el resucitado se le reveló en primer lugar y la envió a anunciar a los apóstoles este hecho.
Estos pocos datos ¿de qué nos hablan? Lo primero que podemos establecer es el lugar de origen de esta mujer. Su pueblo: Magdala, es una población situada en el norte de Galilea: "Migdal Nunaia, significa en hebreo Torre de pescadores. En griego se llamó Magdala (magdala). Sus ruinas se hallan actualmente a unos siete kilómetros al norte de Tiberíades, en la orilla occidental del lago de Gennezaret o Mar de Galilea. Diez kilómetros más al norte están las excavaciones de Cafarnaún... Jesús habitó en Cafarnaún, la consideró su ciudad y la hizo centro de su irradiación apostólica que llegaba muy fácilmente a Magdala... En tiempos de Jesús la ciudad estaba amurallada, tenía castillo, sinagoga, estadio, hipódromo y una flota de cerca de 200 botes pesqueros. La ciudad tenía además un notable comercio textil y de tintorería. Durante su máxima expansión llegó a contar unos 3.500 habitantes. Su clase dirigente era bastante rica y estaba muy helenizada... había en ella, un revuelto clima político. Si Galilea era nacionalista, Magdala fue el centro de la rebelión celota contra los romanos..."
En los evangelios aparece claramente que María Magdalena era del norte de Palestina, de la región de Galilea, desde dónde siguió y acompañó a Jesús. Podemos pensar entonces que el ambiente someramente descrito fue el suyo. En un núcleo urbano independiente, se formó esta mujer independiente también. Sólo si pensamos en una mujer influyente y de significativa importancia, podemos estar de acuerdo en que su apelativo toponímico bastaba para identificarla: "Si María Magdalena hubiese vivido en el seno de una familia judía, lo normal es que se la hubiera designado por la adición del nombre de un pariente varón (María la de Santiago, María la de José...). Por el contrario se la conoce por su origen, Magdala... El nombre indica que había abandonado su pueblo, pues difícilmente los habitantes de Magdala la hubieran llamado Magdalena... Es decir se trata de una mujer que participa de la vida itinerante del grupo de Jesús y que no estaba, en aquel momento, vinculada a un marido.
Otro dato que no ofrece discusión, es la afirmación de que de ella expulsó Jesús siete demonios, lo que -según los relatos- está en la raíz de su seguimiento al Maestro de Galilea. En términos generales la posesión demoníaca en los evangelios, no se identifica en forma simple con el pecado. La identificación más clara es con la enfermedad. En este sentido la cuestión se presenta con una cierta ambivalencia porque en algunas ocasiones la cultura popular judía de ese tiempo, establece una relación más o menos directa entre enfermedad o posesión demoníaca y pecado del enfermo y/o de sus padres. Jesús sin embargo siempre rechaza esta identificación mecánica.
No hay ninguna evidencia que permita relacionar esos siete demonios con la actividad de la prostitución. Más bien, la mayoría de los estudiosos piensan que María de Magdala tenía una grave enfermedad de carácter síquico... los endemoniados/as que encontramos en las páginas del Evangelio, en general padecen angustia y tormentos. Hay quien interpreta sin embargo la posesión como el agenciar una ideología contraria a Dios que supone ante todo una gran alienación: "La interpretación del espíritu inmundo como factor alienante que se identifica con una ideología contraria a Dios puede ser verificada en los pasajes de los evangelios sinópticos... Parece que estar endemoniado añade a estar poseído por un espíritu inmundo un rasgo de exaltación o violencia externa que hace al individuo ser conocido como fanático y extremista..." El número siete, tan preciso en este como en otros casos, nos remite a la totalidad, a la completud.
Esta interpretación arroja dos luces: De un lado, confirma el hecho de que hemos de pensar en Miriam de Magdala como en una mujer muy conocida, quizás una líder... Magdala fue siempre cuna de rebeliones judías. Por otro lado nos afirma que la curación realizada en ella por Jesús de Nazaret, fue total, es decir que la Magdalena... fue una mujer nueva, porque la sanación realizada en ella fue total: abarcó siete demonios, es decir la totalidad de sus demonios.
Finalmente hay otros datos objetivos e indiscutibles que nos dan los relatos sobre este personaje: Hacía parte del grupo de mujeres que seguían y apoyaban a Jesús. Lo acompañó en su martirio y muerte, acompañó su cuerpo en el sepulcro y fue la primera testigo de su resurrección.
Esta información no permite mucha discusión. Los relatos canónicos, sin excepción, son claros: Miriam de Magdala y las mujeres, buscan la sepultura, embalsaman el cuerpo de Jesús, van en la madrugada para ungirlo... Son testigos primeras de la resurrección y particularmente María Magdalena se encuentra cara a cara con el resucitado y recibe de él la misión de anunciarlo a los compañeros. Si tomamos en serio la teología paulina en el sentido de que la Iglesia se asienta en la autoridad de los/las testigos/as de la muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, tenemos que asumir con responsabilidad el papel central que tiene esta mujer como uno de esos pilares... papel que definitivamente la Iglesia institucional no le ha reconocido y que la tradición sí ha recogido, pero desvirtuándolo más de una vez.

3.         Un intento de explicación
El avance de la investigación sociológica alrededor del mundo del Nuevo Testamento, hoy nos permite acercarnos con mayores herramientas a todo el universo cultural, eclesial y social en medio del cual nacen los escritos que lo configuran. Esto además de que se han descubierto y dado a conocer muchos textos apócrifos que igualmente arrojan luces sobre los procesos y tensiones en medio de las cuales se establecieron los cauces de la tradición teológica y dogmática.
"La misión de María Magdalena como testigo y mensajera de la verdadera fe era única en el contexto de lo que hoy podría parecer un período igualmente único de la floreciente comunidad cristiana. Aparece como la primera y desde luego, la más importante de las mujeres discípulas en torno a Cristo; pero en la generación posterior a la resurrección, resulta sorprendente descubrir la magnitud de la importancia de algunos de los papeles que desempeñaron las mujeres..." Y sin embargo hay testimonios claros a lo largo de toda la historia eclesial de que esta misión de las mujeres y de Miriam de Magdala en particular, generó siempre incomodidad y polémica.
Retomemos las palabras de Rafael Aguirre en su estudio sobre el movimiento de Jesús, porque son muy iluminadoras de un proceso innegable: "Hay ciertas fluctuaciones en los nombres de las mujeres en las diversas listas de los evangelios, pero siempre se menciona a María Magdalena. Ella es testigo de la muerte de Jesús y de su sepultura, la que descubre la tumba vacía y recibe el anuncio pascual, la que primero proclama la buena nueva de la resurrección y la que primero se encuentra con el Señor resucitado. Sin duda, esta mujer, María Magdalena, tuvo en los orígenes del cristianismo una importancia tan grande como la de Pedro, si no mayor. Es significativo y elocuente que los textos canónicos -la literatura oficial- hable mucho de Pedro y muy poco de María Magdalena, mientras que la literatura cristiana marginal -apócrifos- mantiene muy vivo el recuerdo de esta mujer...
"Ahora bien, muy pronto comienza un proceso de relegación del papel decisivo de las mujeres en el origen, para favorecer el protagonismo de los apóstoles varones y, especialmente él de Pedro. La institucionalización eclesiástica fue de la mano de un androcentrismo creciente...
Pero este proceso se ignora sistemáticamente en el pensar cristiano. Uno de los últimos testimonios de ello, lo encontramos en la obra del profesor alemán: Gerd Lüdemann, La resurreción de Jesús, en la que sin ninguna prueba, ni sustentación seria, se afirma la historicidad de la aparición del resucitado a Cefas (Pedro) y se niega esa misma historicidad para la aparición a María Magdalena. Esta obra no será la última en la que se infravalore este liderazgo.
Los primeros testimonios son por el contrario muy antiguos. Hay algunos evangelios y textos apócrifos, que recogen muy bien las polémicas comunitarias intraeclesiales en medio de las cuales se formó y desarrolló el cristianismo. Los textos gnósticos dan cuenta de una forma especial del enfrentamiento entre hombres y mujeres por el liderazgo eclesial. Retomemos alguna cita larga que nos permite iluminar mejor esta realidad:
"Pistis Sophia aporta pocas novedades sobre la importancia de la mujer en el conjunto de la literatura gnóstica. Subraya más, si cabe, este dato, reflejando las tensiones existentes en la primitiva Iglesia, pero sobre todo es testigo de la fuerte oposición de Pedro al excesivo intervencionismo de la mujer. A este propósito encontraremos en nuestro escrito frases muy significativas. Abramos las citas con una queja de Pedro:
Oh, Señor mío, baste ya de que pregunten las mujeres, pregúntemos también nosotros (Lib. IV, cap. 146).
La primera intervención de Pedro muestra ya no sólo su malestar por el papel de las mujeres, sino una fuerte oposición a María Magdalena:
Oh mi Señor, no permitas que esta mujer ocupe nuestro lugar y no nos dejes hablar a cada uno de nosotros, porque habla muchas veces (Libro I, capítulo 36)
María Magdalena es consciente de ser rechazada por Pedro y lo manifiesta abiertamente:
Oh Señor! Mi mente es siempre conocedora para poder adelantarme todas la veces. Expresé la solución de las palabras que ella pronunció, pero temo a Pedro porque me rechaza y odia a nuestro sexo (Libro II, cap. 72)."
Esta tensión entre tradiciones femeninas y masculinas, no permanece fuera del canon. Al leer el evangelio de Juan, en contraste con los sinópticos, podemos darnos cuenta del peso de la tradición de las mujeres que el texto tiene, la eclesiología definida en el cuarto evangelio es indiscutiblemente una eclesiología de mayor igualdad y que confiere a la mujer un papel más significativo.
Pero quizás toda esta realidad se recoge muy especialmente en la existencia del Evangelio de María Magdalena, que es un testimonio claro de una comunidad que le siguió y reconoció como su líder. Este texto muchos siglos perdido, recuperado sólo parcialmente en fragmentos, y del que no se han realizado traducciones y ediciones hasta las últimas décadas, se constituye en una clara constancia del camino de dolor de las mujeres en medio de estas tensiones eclesiales:
"...Pedro añadió:
¿Es posible que el enseñador haya conversado
de ese modo con una mujer,
acerca de secretos
que nosotros ignoramos?
¿Habremos de cambiar nuestras costumbres
y escuchar todos a esa mujer?
¿De veras la ha escogido y preferido
a nosotros?
María entonces, se echó a llorar.
Dijo a Pedro:
Pedro, hermano mío, qué tienes en la cabeza?
¿Crees que yo sola me lo he imaginado,
me he inventado esa visión,
o que estoy mintiendo acerca de nuestro Enseñador?
Leví tomó la palabra:
Pedro, tú siempre has sido un impulsivo;
veo ahora que te ensañas contra la mujer,
como lo hacen nuestros adversarios.
Sin embargo si el Enseñador la ha hecho digna,
¿Quién eres tú para rechazarla?
No cabe duda de que el Enseñador la conoce muy bien...
La amó más que a nosotros.
Arrepintámonos, pues,
Y seamos el Hombre en su totalidad*;
dejémosla arraigar en nosotros
y crecer como lo pidió.
Salgamos a anunciar el Evangelio
Sin tratar de establecer otras reglas y leyes,
excepto aquella de la que él fue testigo.
En cuanto Leví pronunció estas palabras,
se pusieron en camino para anunciar
el Evangelio."
En este pasaje del Evangelio de María, podemos encontrar una riqueza inmensa de contenidos y sentidos a la hora de potenciar una praxis eclesial arraigada en la igualdad de género. En oposición a Pedro, Leví propone asumir el ser humano, en su integridad Ü hembra/varón... Plantea que Jesús fue testigo de esa integridad y que no hay que añadir reglas y/o separaciones que él no contempla ni enseña. La discusión da cuenta de un ambiente en el que este debate está abierto y El Evangelio de María, asume una propuesta de igualdad radical de género.
Es claro que varios de los apócrifos del Nuevo Testamento, muestran más explícitamente las tensiones del cristianismo primitivo... tensiones que igualmente se recogen en varios textos del Nuevo Testamento. Estas confrontaciones relacionadas con el papel de las mujeres en la comunidad eclesial, pueden explicar parcialmente el robo de identidad que se realizó en Miriam de Magdala. Hay que tener en cuenta que en medio de una tradición cultural y eclesial que considera contaminante del mal, tanto a la mujer como a la sexualidad, un pasado de prostituta indiscutiblemente relega.
Si la líder que encabeza la lucha por un papel importante para la mujer en el nuevo movimiento... si la fuerza de su memoria y de su imagen, son neutralizadas... es más fácil silenciar a las mujeres y robarles un protagonismo que por años y décadas han tenido, protagonismo que molesta e incomoda. Esta tensión eclesial siempre regresa... y siempre hay juegos de doble intencionalidad en el manejo de la imagen de las mujeres líderes.
Al finalizar este artículo, me parece necesario señalar porque es importante restaurar la verdad sobre la imagen de Miriam de Magdala. No se trata de ninguna manera de asumir la imposibilidad de que una mujer líder creyente haya sido en su pasado prostituta o trabajadora sexual, como se diría hoy. Este intento no hace parte de reforzar la condena moral o exclusión sobre las mujeres que asumen este oficio. Al fin de cuentas ejercer la prostitución no es un problema de buena o mala voluntad... Tampoco es algo que pase por el juicio del pecado o no pecado... La prostitución es una realidad, un hecho, un producto, una responsabilidad... social.
Afirmar que María Magdalena no fue una prostituta arrepentida no es descontaminarla de su ser de mujer y/o de su sexualidad... se trata por el contrario de desenmascarar una mentira y de mostrar el contexto en el que se produce y el por qué de ella.
La restauración de las imágenes femeninas, hace parte de un trabajo de reconstrucción de nuestras genealogías y modelos, que tenemos que realizar las mujeres, para que nuestra inscripción social y eclesial, se haga más amplia y abierta, más legítima.
La verdadera dimensión de esta y otras mujeres en la historia del cristianismo, no llegaremos tal vez, a descubrirla... pero es indiscutible que hay que avanzar por este camino, porque el robo simbólico y real ha sido grande y los cristianos y cristianas de hoy, tenemos esa deuda con nuestra propia historia y con nuestro pasado.
Carmiña Navia Velasco
Apartado Aéreo 25152
Cali
Colombia
Pierre Bordieu, La dominación masculina, Editorial Anagrama, Barcelona 2000.
Este proceso se puede seguir con absoluta rigurosidad en dos textos escritos desde ópticas diferentes, pero con igual seriedad: Carmen Bernabé Ubieta, María Magdalena – Tradiciones en el cristianismo primitivo, Institución San Jerónimo, Editorial Verbo Divino, Estella 1994; Susan Haskins, María Magdalena – Mito y metáfora,Editorial Herder, Barcelona 1993.
Anónimo: El amor de Magdalena, Editorial Herder, Barcelona 1996.
Malón de Chaide, La conversión de la Magdalena, primera edición: 1588, Barcelona, Espasa Calpe, Clásicos Castellanos, Madrid, 1959.
Isabel de Villena, “Cómo el Señor vino a Betania y le le ofecieron un convite”, en Escritoras clarisas españolas, Antología, B.A.C., Madrid, 1992.
Manuel Alcalá, Los evangelios de Tomás el Mellizo y María Magdalena, Ediciones Mensajero, Bilbao 1999.
Rafael Aguirre, Del movimiento de Jesús a la iglesia cristina, Editorial Desclée de Brouver, Bilbao 1987.
Juan Mateos y Fernando Camacho, Evangelio, fuguras y símbolos, Ediciones El Almendro, Córdoba 1989.
Juan Mateos y Fernando Camacho, Evangelio, fuguras y símbolos.
Susan Haskins, María Magdalena – Mito y metáfora.
Rafael Aguirre, Del movimiento de Jesús a la iglesia cristina.
Gerd Lüdeman y Alf Ozen, La resurrección de Jesús – Historia, experiencia, teología. Editorial Trotta, Madrid 2001 (edición alemana, 1995).
Francisco de Lucas, “La tradición petrina en la Pistis Sophia”, en Rafael Aguirre, Monasterios y otros, Pedro en la iglesia primitiva, Institución San Jerónimo, Editorial Verbo Divino, Estella 1991.
* Manuel Alcalá, traduce Ü revestirnos del hombre perfecto...
Jean Yves Leloup, El evangelio de María, Herder, Barcelona 1999 (de esta edición tomo la cita). El libro presenta, el original el copto, la traducción en francés y en español, igualmente un comentario detenido. Otra versión/edición del mismo texto: Manuel Alcalá, Los evangelios de Tomás el Mellizo y María Magdalena.

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