Sobre el asno filósofo
Emmanuel d’Hooghvorst se refiere al simbolismo del asno a partir de un grabado en el que aparece Set, con cabeza de asno, junto a los demás dioses del panteón egipcio.
En la reproducción de este antiguo fresco egipcio que se encuentra en E.-A. Wallis Budge, Osiris and the Egyptian Resurrection, ed. Ph. Lee Warner, Londres, 1911, vol. I, observamos a Set (o Tifón) vencido y atado a la izquierda de un poste en forma de Y; tres puñales han sido clavados en su cuerpo, y ante él se hallan Horus y sus cuatro hijos, con un cuchillo en sendas manos; detrás, a la derecha, se alzan Osiris y Serapis; Set lleva una cabeza de asno.
Se trata de una leyenda muy conocida, sin embargo la resumiremos: Set, hermano-enemigo del dios Osiris, tras haberle invitado a un banquete, presentó a los invitados un espléndido sarcófago que iba a regalar –decía– a aquel cuya estatura correspondiera exactamente a las dimensiones de este ataúd. Osiris se acostó en él y al instante, Set cerró la cubierta y arrojó el sarcófago con su contenido al Nilo.
La alusión es clara: Osiris, que representa el Verbo, al querer medir este mundo sublunar fue precipitado en él a consecuencia de una sugerencia de su enemigo. ¿No decía Platón que el logos era la medida de todas las cosas?
La leyenda cuenta luego las largas peregrinaciones de su esposa Isis, quien salió en su búsqueda, y cómo reencontró el sarcófago incrustado en el corazón de un sicómoro cerca de Byblos. Aprovechando una ausencia momentánea de Isis, viendo Set que el sarcófago había sido descubierto, despedazó el cuerpo de su enemigo y lo dispersó. Tras una larga búsqueda, Isis consiguió reunir los miembros dispersos de su esposo y resucitarlo. Éste le dio entonces un hijo, Horus, llamado el vengador de su padre. Durante un duelo del que resultó vencedor, Horus consiguió dominar a Set, pero en lugar de matar al vencido, se contentó con castrarlo. La alusión es lo suficientemente clara como para eludir todo comentario.
El asno, es decir, Set, representa pues la naturaleza de este mundo. Observemos que de nature, ‘naturaleza’, se puede sacar por anagrama âne-rut, ‘asno en celo’, por lo demás, el asno es conocido por la potencia de sus capacidades genitales. Seguir esta naturaleza es acorralarse a sí mismo en la casa de un ogro. No obstante, esta materia oscura y caótica de aquí abajo, siempre sometida a la corrupción, no es por ello menos necesaria para permitir el descenso y la manifestación de Osiris.
Se comprenderá, pues, la mutilación de Set. Una vez castrado, el asno servirá de vehículo al tesoro de este mundo, pues irá con paso lento pero seguro por los senderos pedregosos más difíciles y caminará por donde el caballo no puede pasar.
Así pues, Set es el doble-sentido del mundo. Pero según el significado siniestro, es el mal principio, causa de oscuridad, de rebeldía y de muerte aquí abajo.
En Plutarco (1), leemos: Los egipcios inmolaban bueyes pelirrojos porque creían que Tifón era de color rojo. Asimismo [...] el asno [...] cargaba con la pena de su semejanza con Tifón, tanto por su estupidez y su insolencia como por el color de su pelo. Por eso, como el rey de Persia que más odiaban era Oco, a causa de su impiedad y de sus máculas, le dieron el nombre de asno. Oco, además, no dudó en responderles: «Pues bien, este asno se deleitará con vuestro buey. E hizo inmolar a Apis» (2). Tal es el relato del historiador Dinón. Pero aquellos que dicen que cuando Tifón hubo abandonado la batalla, se subió en un asno, que su huida duró siete días, y que tras haber escapado, tuvo dos hijos, Hierosólimo y Judeo, hacen intervenir, sin ninguna duda, tal como esto lo prueba, la historia del pueblo judío en medio de la de Egipto. (3)
En la lengua hebraica, ‘asno’ jamor, procede de la raíz jmr, que significa ‘elevarse, fermentar, ser rojo, estar agitado, perturbado, inflamado’. Encontramos también, según la misma etimología, jemer, ‘vino’ y jemar, ‘asfalto, betún’.
Leemos en Éxodo 4, 20: «Moisés se llevó a su esposa e hijos, los montó en un asno y regresó a Egipto». Observamos al respecto que los traductores de la Setenta han traducido la palabra asno por bestia de carga, y el comentario del Midrach Chemot Rabah (4) dice de ello: «He aquí uno de los dieciocho fragmentos que los sabios cambiaron en su traducción para el rey Ptolomeo». Se entiende por qué.
Pero el asno puede servir de montura al Mesías. El fragmento de Génesis 49, 11: «Atando su asno a la vid» (5), el Zohar (I, 238a) lo relaciona con Zacarías 9, 9: «Pobre y montado en el asno». El pobre es el Rey-Mesías, y el asno es «la fuerza de los pueblos avasallados por los planetas y constelaciones, para sometérselos». Así, cuando el asno es montado por el Rey-Mesías y le es sumiso, se convierte en el porta luz, el vehículo de su manifestación.
La iconografía cristiana coloca al niño Jesús en un pesebre, junto al buey y al asno que lo calientan; el asno sirve también de montura a la Sagrada Familia en su huida a Egipto. En el pesebre, que no es otra cosa que una madera hueca, el asno indica junto con el buey el calor que calienta y cuece desde el exterior al Niño-Sol. Si se representa el asno o el cuerpo con una cruz y el buey, que es el espíritu o parte volátil que se une a ese cuerpo, con una media luna hacia arriba se obtiene una cruz coronada con la media luna, el espíritu-cuerpo del Universo. Cuando se unen para calentar e incubar al niño de los filósofos, cuyo símbolo es el sol, el conjunto se representa con el signo de Mercurio.
En las tradiciones antiguas, se encuentran otras muchas alusiones al asno de los filósofos.
Terminaremos recordando la fiesta o misa del asno, que la sabia Edad Media celebraba en algunas ciudades el día de la fiesta de la Circuncisión, por ejemplo en la Iglesia de Sens. El arzobispo de Sens, Pierre de Corbeil (†1222) fue considerado autor del Oficio. (6)
Se iniciaba cantando en la puerta de la iglesia: Hoy luz, luz de alegría; yo diría que quien esté triste, apartado sea de estas solemnidades. Que hoy la envidia y también todas las penas sean rechazadas. Que se alegren todos aquellos que celebran la fiesta del asno.
Este cuarteto que se cantaba en el atrio de la iglesia, no era más que un preámbulo que precedía al conductus ad tabulam (7) ‘conducción a la mesa’ o prosa del asno, cuyo texto latino ofrecemos a continuación, acompañado de una antigua traducción, transmitida por el obispo Villetard:
De los confines de Oriente / A estos lugares acudía inminente / un asno hermoso, recio y luciente, / cargado venía andando ligeramente. /¡Arre, Señor asno, arre! / En las laderas de Siquem / fue alimentado por Rubén / pasó por el Jordán (8) / y saltó en Belén. /¡Arre, Señor asno, arre! / Su marcha viva y ligera / apenas roza la tierra / tanto, que ganaría la carrera / con el dromedario y la cierva. /¡Arre, Señor asno, arre! / Con tesoros de Arabia / y perfumes de Etiopía / viene enriqueciéndose la Iglesia / por virtud de la asnería. /¡Arre, Señor asno, arre! / Por más pesada que su carga fuera / el asno jamás se quejara / y pacientemente ese animal tritura / todo alimento por grosero que sea. / ¡Arre, Señor asno, arre! / De un cardo un banquete hace / y, en vano, burla se le hace / y cuando en la granja trabaja / separa el grano de la paja. / ¡Arre, Señor asno, arre! / Hermoso asno repite Amén / Ahora con la panza llena / Hermoso asno repite Amén /No repares más en tu pena. /¡Arre, Señor asno, arre!
¿Realmente se introducía un asno en la iglesia en tal ocasión? Las opiniones al respecto están repartidas. En el Oficio de Beauvais, en el momento en que se canta la prosa que le está consagrada, encontramos la siguiente mención: conductus asini cum adducitur: ‘conducción del asno cuando es llevado’. Sin embargo, en Sens, el Orientis partibus tiene como única rúbrica: conductus subdiaconi ad epistolam: ‘conducción del subdiácono hacia la epístola’. ¿Era pues el subdiácono el que hacía de asno? Por otra parte, si nos basamos en Du Cange, (9) en Ruan, se trataba realmente de un asno revestido con una capa dorada y asido por cuatro eclesiásticos, el que era solemnemente introducido en el coro de la iglesia. A continuación empezaba el Oficio propiamente dicho, en el que ciertamente ya no se trataba de ninguna asnada.
(Traducción: J. Lohest-Hooghvorst)
No hay comentarios:
Publicar un comentario