lunes, 22 de junio de 2015

LOS ÁRBOLES EN EL CORÁN Y EN LA BIBLIA


L.J. Musselman
Lytton John Musselman es profesor «Mary Payne Hogan» de Botánica y presidente del Departamento de Ciencias Biológicas, Old Dominion University, Norfolk, Virginia, Estados Unidos.
Las menciones de árboles en los libros sagrados del judaísmo, el cristianismo y el islam reflejan el lugar que ocupaban los árboles en la vida diaria y la imaginación de las culturas de milenios pasados.
Los árboles ocupan un lugar destacado tanto en la Biblia como en el Corán. Las referencias arbóreas en estos libros sagrados son reflejo del lugar que correspondía a los árboles en las culturas de milenios pretéritos: sus usos, las especies locales importantes, así como su significación inspiradora y simbólica, basada en la percepción del árbol como símbolo de la vida dada por el Creador.
Con la influencia constante de esos libros durante miles de años, determinadas especies (por ejemplo, el cedro del Líbano) y ciertos bosques y arboledas han adquirido una importancia enorme e incluso sagrada, que todavía se mantiene hoy y puede contribuir a su protección y conservación.


REFERENCIAS A ÁRBOLES EN LOS LIBROS SAGRADOS

La Biblia contiene más referencias a árboles y bosques (más de 525) que a cualquier otro tipo de organismo viviente exceptuados los humanos. Estas referencias se encuentran desde el primer libro de la Biblia, que menciona el árbol de la vida en el Jardín de Edén (Génesis, 2:9) hasta el último libro del Nuevo Testamento, que se refiere al árbol de la vida como característica destacada del paraíso (Apocalipsis, 22:2, 14). La distinción entre un árbol con un gran tronco único y un arbusto o mata con varios tallos no siempre es clara y algunos, como el olivo y el granado, pueden ser ambas cosas.
En la Biblia se reconocen 22 árboles:
  • acacia (Acacia spp.);
  • agáloco (Aquilaria sp.);
  • álamo (Populus euphratica y P. alba);
  • algarrobo (Ceratonia siliqua);
  • almendro (Amygdalus communis, llamado a veces Prunus dulcis);
  • árbol del incienso (Boswellia spp.);
  • ciprés (Cupressus sempervirens);
  • ébano (Diospyros ebenum);
  • granado (Punica granatum);
  • higuera (Ficus carica);
  • manzano (Malus domestica; hay muchos sinónimos para el manzano cultivado);
  • nogal (Juglans regia);
  • palma datilera (Phoenix dactylifera);
  • pino (Pinus halepensis P. pinaea);
  • pistacho (Pistacia vera);
  • plátano (Platanus orientalis);
  • roble (Quercus sp.);
  • sauce (Salix spp.);
  • sicomoro (Ficus sycomorus);
  • tamarisco (Tamarix spp.);
  • terebinto (Pistacia atlanticaP. terebinthus y posiblemente P. lentiscus);
  • tuya (una madera oscura, mencionada solo en Apocalipsis, 18:12, que podría ser Tetraclinis articulata, pero cuya identidad botánica es descon ocida).
Exceptuada la misteriosa tuya, el único árbol exclusivo del Nuevo Testamento es el algarrobo. En Lucas, 15:16, las algarrobas se dan de comer a los cerdos.
De los 22 árboles de la Biblia, la palma datilera, la higuera, el olivo, el granado y el tamarisco se mencionan también en el Corán. Exclusivos del Corán son el talh(los estudiosos dudan si es el banano, que no es un árbol, o una especie del extendido género Acacia), el sidr (un arbusto espinoso, probablemente Zizyphus spina-christi) y el misterioso y horrible «árbol del Infierno» o zaqqm (As-Saffat, 37:65, Ad-Dukhn, 44:49, Al-Waqi’a, 56:51):
«¿No es mejor recibido que el árbol zaqqm? Hemos hecho de este árbol un azote para los injustos. Crece en las profundidades del Infierno, llevando frutos como cabezas de demonios: con él se alimentarán y llenarán sus vientres, junto con tragos de agua hirviente. Entonces regresarán al Infierno.»
Sura 37:62-68
Textos religiosos como los Hadiths islámicos, los Mishnah judaicos y los escritos de los antiguos padres de la Iglesia cristiana contienen también mucha información sobre tradiciones y leyendas relativas a plantas. Algunas referencias a plantas en los primeros escritos cristianos han llegado incluso a hacerse tan familiares que se las supone procedentes de los textos sagrados. Por ejemplo, la tradición judeocristiana sostiene generalmente que en el Jardín de Edén Eva tentó a Adán con una manzana del árbol prohibido. Sin embargo, en el libro del Génesis del Antiguo Testamento, el árbol relacionado con la desobediencia de Adán y Eva no se identifica como un manzano.
¿Por qué una manzana?
La tradición europea presenta a Eva tentando a Adán con una manzana (como en este cuadro de Hugo van der Goes, c. 1467), pero en el Antiguo Testamento no se dice que el árbol del conocimiento del bien y del mal sea un manzano


¿POR QUÉ SE VENERAN LOS ÁRBOLES?

Los pueblos han adorado siempre los árboles. La primitiva adoración de árboles en las religiones premonoteístas está registrada en numerosos clásicos griegos y sumerios. Los antiguos griegos consideraban los árboles como los primeros templos de los dioses, y los bosques sagrados como sus primeros lugares de culto, donde las poderosas fuerzas de la naturaleza inspiraban la imaginería humana (Baumann, 1993). Las espesuras forestales, a menudo oscuras y misteriosas, se veían como habitadas por espíritus. El uso pagano de los árboles y los bosques para la adoración se menciona en la Biblia:
«… todos los lugares donde los pueblos ... han dado culto a sus dioses, en las altas montañas, en las colinas y bajo todo árbol frondoso.»
Deuteronomio, 12:2
«El rey Ajaz] … ofrecía sacrificios y quemaba incienso ... bajo todo árbol frondoso.»
II Crónicas, 28:4
Tamaño, edad, belleza y utilidad son las características de los árboles que suscitan la admiración de los hombres. Muchos árboles son impresionantes por su tamaño, entre los mayores seres vivientes. Probablemente causan mayor impresión en el Cercano Oriente, donde la distribución de los árboles es a menudo limitada. Con su altura muy superior a la de una persona, brotando del terreno y proyectándose a lo alto, los árboles han sido reverenciados como un vínculo entre el cielo y la tierra.
Los árboles son también los organismos más viejos que puede contemplar la mayoría de la gente. Árboles de aldea en plazas públicas, por ejemplo junto a un pozo, pasan de generación en generación y a menudo son protegidos. Con frecuencia nudosos y retorcidos por la edad, tales árboles antiguos parecen sin embargo «renacer» cada primavera. Siendo su ciclo vital más largo que el de una persona, pueden ser vistos como eternos.
Los árboles dan sombra, alimento y fibra, y tienen muchos otros usos. Tanto el Corán como la Biblia abundan en referencias a los árboles como un don de la divinidad. Junto con las características de tamaño, longevidad y belleza, la utilidad de los árboles contribuye a la tendencia a otorgarles atributos divinos.


USOS ANTIGUOS DE LOS ÁRBOLES

La Biblia y el Corán hablan de la utilidad de los árboles por cuanto proporcionan alimento a personas y animales, aceite, leña, carbón vegetal y material de construcción.
Los árboles se mencionan como fuente de alimentación en los primeros capítulos de la Biblia (Génesis, 1:29). Por la importancia alimentaria de los árboles, estaba prohibido talar los frutales durante el asedio a una ciudad enemiga (Deuteronomio, 20:19-20). El Corán se refiere a las aceitunas como alimento, mientras que la Biblia las menciona solo respecto a la producción de aceite.
En el Corán, al menos dos versículos (Sura 36: 80 y 56:72) mencionan la leña como don divino.
Una de las aplicaciones de los árboles en la Biblia es su uso como material resistente, como puede verse en varios capítulos del Éxodo. Las tablas y las estacas, así como el mobiliario del tabernáculo, en especial el Arca de la Alianza, eran de madera de acacia. Históricamente, el cedro del Líbano fue uno de los más importantes materiales de construcción en el Cercano Oriente (Bikai, 1991). El primer uso del cedro para la construcción que se menciona en la Biblia fue para palacios reales.
El más famoso edificio de cedro, aunque no el mayor, fue el templo construido por Salomón. Además, Salomón construyó para sí mismo una magnífica morada enteramente de madera de cedro (1 Reyes, 7); tardó 13 años en terminarlo, seis más que para el templo. Anteriormente, el padre de Salomón había construido una casa de cedro (2 Samuel, 7:2). Menos conocido es el uso del cedro en las ofrendas para purificación, por ejemplo en la limpieza ritual de la lepra (Levítico, 14; Números, 19:6). No se dan detalles, pero parece probable que se utilizaran pequeños trozos de cedro por su fragancia.
Desde muy pronto se mencionan en la Biblia los árboles no sólo como fuente de alimentación sino por su belleza (Génesis, 2:8). La belleza de los árboles es también un tema en el Cantar de los Cantares. En Deuteronomio, 8:8 se mencionan específicamente olivares, higueras y granados como bendición de Dios. Análogamente, el Corán describe los frutales como un don divino.


IMAGINERÍA SIMBÓLICA

Más allá de la mención de su utilidad, los árboles son importantes en ambos libros sagrados como símbolo y metáfora.
En ambos libros, el árbol bueno se equipara a una persona buena, y el árbol malo a una persona mala. Por ejemplo, en el Corán:
«¿No ves que Dios compara una buena palabra a un buen árbol? Su raíz es firme y sus ramas se elevan al cielo; da fruto en todas las estaciones por la gracia de Dios. Dios habla en parábolas a los hombres para que ellos atiendan. Pero una palabra mala es como un árbol malo, arrancado de la tierra y despojado de todas sus raíces.»
Sura 14:24-25
Y en la Biblia:
«Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua, que da a su tiempo el fruto, y jamás se amustia su follaje; todo lo que hace sale bien.»
Salmos, 1:3
«Florece el justo como la palmera, crece como un cedro del Líbano»
Salmos, 92:12
La Biblia compara explícitamente a los grandes hombres con árboles. Por ejemplo Daniel, al interpretar el sueño del rey Nabucodonosor sobre un árbol, dice: «Ese árbol que has visto ... eres tú, oh rey» (Daniel, 4:22). En Ezequiel, 31:3, el rey de Asiria se equipara a un cedro del Líbano: «He aquí era el asirio un cedro del Líbano, de espléndido ramaje, de fronda de amplia sombra y de talla elevada; entre las nubes despuntaba su copa.»
Lo mismo en la Biblia que en el Corán, los árboles simbolizan la eternidad y están asociados con el reino de los cielos. Un ejemplo es el árbol de la vida en la Biblia, mencionado en el Jardín de Edén así como en la vida eterna. Y el Corán dice:
«Los hombres de la derecha –felices ellos, los hombres de la derecha– se reclinarán en lechos elevados a la sombra de sidrs sin espinas y arboledas de talh; en medio de arroyos y frutos abundantes, no prohibidos e interminables.»
Sura 56:27-33
En cierto modo, el mensaje de la Biblia puede resumirse con el simbolismo de cuatro árboles. El primero era el árbol de la vida en el paraíso del Jardín de Edén (Génesis, 3:22-24). Este pasó a ser el árbol del conocimiento del bien y del mal (el segundo árbol) de cuyo fruto comieron Adán y Eva, lo que fue causa de la caída (Génesis, 3:4-6, 17-18). Tercero, se hace referencia a la cruz de Jesús como un «árbol», que se vincula con Deuteronomio, 21:22-23: «Si un hombre, reo de delito capital, ha sido ejecutado y lo has colgado de un árbol, no dejarás que su cadáver pase la noche en el árbol; lo enterrarás el mismo día, porque un colgado es una maldición de Dios». En la doctrina cristiana de la salvación, al asumir Jesús la maldición la retira del árbol del bien y del mal y conduce al último árbol: el árbol de la vida en el paraíso de Dios, «y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición» (Apocalipsis, 22: 1-3).


REFLEXIONES CULTURALES

El Corán y la Biblia tuvieron una significación cultural para sus lectores originales. Las plantas que eran familiares en las culturas en las que se originaron esos libros influyeron sobre su imaginería arbórea. A lo largo de los siglos, estos textos han influido sobre los pueblos que los han adoptado como sagrados.
Un buen ejemplo de influencia cultural es la inclusión de la botánica popular griega en el Nuevo Testamento, fuertemente influido por la cultura griega y escrito en griego; algunas de las plantas citadas no eran comunes en las tierras del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en 1 Pedro, 5:4, un ganador en una competición deportiva es coronado con hojas de Laurus nobilis, «… la corona de gloria que no se marchita». El Laurus nobilis es uno de los pocos ejemplos de planta mencionada en el Nuevo Testamento pero no en el Antiguo Testamento.
Es frecuente utilizar nombres bíblicos o coránicos fuera del Cercano Oriente para plantas indígenas que nunca han crecido en las tierras originarias de esos libros. La flora de la parte atlántica de América del Norte, por ejemplo, cuenta con muchos «cedros» que no tienen relación con el cedro del Líbano (Cedrus libani) de la Biblia. Tal vez por ser el cedro del Líbano un símbolo bíblico tan conocido, los primeros colonos cristianos de América del Norte dieron este nombre a muchos árboles diferentes (e incluso a muchas plantas herbáceas), fueran o no verdaderos cedros o incluso miembros de la misma familia botánica. Por ejemplo, el extendido cedro rojo del nordeste de América (Juniperus virginiana), como el Cedrus libani, es un árbol de hoja perenne y tiene una fragancia agradable y duradera, pero su piña es carnosa y redondeada, a diferencia de la gran piña afilada del cedro del Líbano.
Análogamente, en Sudán oriental el pueblo Beja da al gran cactus arborescente Euphorbia abyssinica el nombre de zaqqm, por el árbol del Infierno mencionado en el Corán. Es improbable que el concepto del zaqqm en el Corán se base en esta planta suculenta, ya que el fruto del zaqqm se describe como parecido a la cabeza de un demonio. Tal vez por su savia amarga se ha equiparado la Euphorbia abyssinica al zaqqm.


REFERENCIAS A ÁRBOLES LOCALES: TAMARISCO Y GRANADO

El conocimiento de la flora de las regiones en que se originaron los textos sagrados ayuda a entender los propios textos. Tanto el Corán como la Biblia se inspiran en árboles locales.
Los tamariscos, por ejemplo, una especie del género Tamarix, son árboles y arbustos muy corrientes en algunas partes del Cercano Oriente y han llegado a ser plantas invasoras en otras partes del mundo. Crecen a menudo en algunos de los entornos más difíciles. Por ejemplo, toleran suelos con elevada concentración salina y son por lo tanto los únicos árboles que se encuentran en las orillas del mar Muerto.
En el Corán, se evocan los tamariscos para dar la idea de un medio ambiente degradado: «Descargamos sobre ellos las aguas de la presa y sustituimos sus jardines por otros dos que producían frutos amargos, tamariscos y unas pocas ortigas [traducido a veces como loto enano]» (Sura 34:16). En la Biblia, el profeta Abraham plantó un tamarisco en homenaje a Dios (Génesis, 20:33).
El granado es muy utilizado en el Cercano Oriente. En el Corán se mencionan los granados, Punica granatum, como uno de los dones de Alá:
«Es Él quien hace bajar del cielo el agua con la que hacemos brotar los gérmenes de todas las plantas, con la que producimos las verduras y los apretados granos, las palmeras cargadas con racimos de dátiles, los viñedos y los olivares, y los granados parecidos y diferentes. Considerad sus frutos cuando llegan a la madurez. Ciertamente en ellos hay signos para los verdaderos creyentes.»
Al-An’am, 6:99
De modo análogo, en la Biblia las granadas vienen de Dios (Deuteronomio, 8: 8). También son mencionadas como objetos bellos. Las granadas figuran en las Escrituras en tres lugares destacados: en el manto de un alto sacerdote (Éxodo, 28:33), como guirnalda en las columnas del templo, y en el Cantar de los Cantares. El templo de Salomón tenía doscientas granadas esculpidas en los capiteles de las dos columnas que estaban en la fachada (1 Reyes, 7:42; 2 Crónicas, 4:13). En el Cantar de los Cantares, 4:3 y 6:7, el interior rojo del fruto es comparado a las mejillas de la Amada.
Un árbol de Pistacia atlantica cerca de la aldea de Kufr Yusef en Galilea, Israel, honra la memoria de una muchacha local considerada como una especie de santa por los musulmanes
L. MUSSELMAN

Un olivo en el norte de la República Árabe Siria asociado con la tumba de un santo, adornado con tiras de tela
L. MUSSELMAN


LA ACTUAL VENERACIÓN DE ÁRBOLES Y BOSQUES: ¿CATALIZADORA DE LA CONSERVACIÓN?

Los árboles son venerados todavía hoy en muchos países, entre ellos Iraq, Israel, Líbano y la República Árabe Siria. Entre los árabes drusos y musulmanes, algunos árboles se consideran sagrados. Tales árboles están a menudo cerca de las tumbas de santos o santas a las que los visitantes van a hacer rogativas. Prometen hacer buenas obras si sus peticiones son escuchadas, y atan paños, tiras de tela o trapos a los árboles como indicación solemne de su promesa de cumplir sus votos (Dafni, 2003).
Del bosque original de cedros del Líbano que antaño cubría la ladera occidental del monte del Líbano, queda menos del 3 por ciento. Casi todo este bosque está protegido. Una de las reservas, llamada «Los Cedros del Señor» (Arz el-Rab), un resto de pocos centenares de hectáreas en el monte del Líbano, ha sido considerada sagrada por los cristianos maronitas que han vivido durante un milenio en la región.


CONCLUSIÓN

Los árboles aparecen frecuentemente en la Biblia y destacan tanto que los principales mensajes bíblicos pueden resumirse en cuatro árboles. En el Corán, los árboles se citan casi siempre como dones de un Creador benéfico, con la notable excepción del árbol del Infierno, zaqqm. En ambas escrituras, los frutos de los árboles son muy valorados.
El estudio de los árboles de las Sagradas Escrituras del islam, el judaismo y el cristianismo, y la observación de que los árboles se presentan como un recurso recibido de Dios, plantea la cuestión de cómo aquellos que veneran las sagradas escrituras tratan a los árboles. Sayeed Hossein Nasr (1996), en un profundo volumen sobre la relación entre la religión y la crisis ecológica, sostiene que lo que se necesita en un mundo moderno en el que los humanos se desvían cada vez más de la naturaleza es la recuperación de la verdad de la que dan testimonio todas las religiones perdurables importantes, a saber, que la naturaleza es sagrada.
Escultura de Cristo crucificado por el artista Rudy Rahme, situada en el bosque de cedros por encima de la ciudad cristiana maronita de Bsherri en el Monte del Líbano, Líbano
L. MUSSELMAN

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